Palabras del autor:
Una pequeña niña de apenas siete años se sienta frente a un juez, desliza una pregunta y pone en jaque un sistema en su ejecución efectiva. Aboga por sus derechos, por los de su hermana y los de su hermano y, sin haberlo imaginado, por los de los otros niños y niñas.
El cuestionamiento de Ele no se quedó en el recinto de aquel pequeño despacho. Esas cinco palabras -¿Cuánto tiempo es un tiempito?- generan tantas lágrimas como sonrisas pero, por sobre todo, coloca inevitablemente a los adultos en una situación de introspección necesaria, de reflexión y de revisión de aquello que estamos haciendo por las personas que transitan la niñez y la adolescencia. Ese proceso de “barajar y dar de nuevo” abarca a todas aquellas personas que, de algún modo u otro, se relacionan con la niñez y la adolescencia pero se instala con énfasis en quienes tienen responsabilidades institucionales. ¿De qué sirven las letras de nuestras convenciones, constituciones, códigos, leyes y resoluciones, planes, protocolos de actuación, observatorios y organismos, si cuando el derecho llega la infancia ya no está?
En esta nueva edición hallarán, en gran medida, los relatos de la primera más unos cuantos que se agregan junto a nuevas secciones. La última contiene una propuesta para representar algunos relatos, y otros, sobre un escenario y ampliar la perspectiva hacia otros aspectos de la vulnerabilidad que incluyen la problemática de la violencia en sus distintas aristas.
Nuevamente, Jorge Molina, artista plástico distinguido de la Ciudad de Rosario, me ha acompañado con sus ilustraciones. Su participación se cimienta en el abordaje del derecho de las personas en situación de vulnerabilidad desde una perspectiva que excede y abarca al derecho. De algún modo es instar el trabajo multidisciplinario, cuya perspectiva es impulsada normativamente y cuyos intentos de concreción no siempre logran su cometido, yendo más allá del concepto de disciplina y comprendiendo todas las expresiones de la cultura popular. En ese orden, Jorge concibe a las artes plásticas, y al arte en general, en tanto protagonista principal de los problemas sociales. Las ilustraciones de Jorge, entonces, superan con creces aquella idea inicial de hacer algo entre dos hermanos cuyas áreas de trabajo parecen estar muy lejanas.
Actualmente, soy juez de la Sala 3ª de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial de Rosario. Me han preguntado, con cierta frecuencia, por qué razones dejé de ser juez de familia. Eso no es cierto, excepto que luego de “ser” se agregara “exclusivamente”. En mi provincia, son aquellas Cámaras las que ejercen la instancia de revisión de las decisiones del fuero de familia, dado que aún no se han creado tribunales especializados de segunda instancia. De ese modo, esos jueces de Cámara de la provincia de Santa Fe son también jueces de familia. Sin embargo, esa explicación no se aleja de una mirada formal. La respuesta sustancial, quizá, siga estando en las páginas que siguen.